El argot= jargot= jerga:
Aulio Gelio, gramático del siglo II d.C. fue el primero que en sus “Noches Áticas” condenó la lengua de los proletarios (proletarii Infra classem); es decir, los muy pobres cuya única contribución al estado era la prole, o hijos para las guerras (ahora entendemos muy bien qué significa el latín mexicano salgritom de guerra). Aún así, independientemente de la labor de lexicólogos que han excluido de los diccionarios los distintos argots por pudendis causa, existen sorprendentes variedades en las realidades nacionales que combinan factores históricos y sociales para dar vida a nuevas palabrerías:
Furbesco o gergo Italia
Rotwelsch
Gaunersprache Alemania
Kokamloschem
Zahrgon Rusia
y en Nuestra América:
giria Brasil
coa Chile
replana Perú
lunfardo Argentina
y en la Nueva América, otro ejemplo de argot es el pachuco.
Más o menos desterradas del lenguaje académico, se constituyó una barrera que designó a las palabras non gratae, por sus orígenes supuestamente delictivos, de las que sí eran propias de la gente bien:
“como un cordón sanitario” que impide que las palabras “sanas y decentes” del idioma puedan ser contaminadas por los miasmas mefíticos propios del submundo de la pobreza, incultura y la delincuencia, trilogía que ha devastado al hombre desde que éste instituyó las primeras sociedades” (Terrugi. Panorama del lunfardo).
Me sorprende la asociación directa de “lo popular” con el universo de lo delincuencial, que matizado con los años simplemente se han quedado como la suciedad de lo que por ignorancia, ofende. Así que si el proceso es revertir estas asociaciones, ya saben, a ñerearle microbuseros!